domingo, 12 de agosto de 2012


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Theodor Adorno, un filósofo para una época convulsa



Theodor  Adorno  fue  un  pensador  de  tiempos  tormentosos.  Vivió
la Revolución rusa y las guerras mundiales, y fue espectador, testigo o
parte  de  innumerables  conflictos  bélicos  que  llevaron  aparejados  des-
trucción,  crueldad  y  la  pérdida  de  millones  de  vidas  a  niveles  desco-
nocidos  anteriormente  por  la  humanidad.  El  siglo  xx  es  un  siglo  con
campos  de  exterminio  en  nombre  del  nazismo  y  el  comunismo.
Adorno fue un pensador típico de esa época convulsa. Se dedicó a la
filosofía, sobre todo al drama de la estética, con sus discusiones y re-
flexiones en torno del arte, pero también se ocupó de la sociología, el
psicoanálisis  y  de  una  forma  muy  especial  de  literatura.  Adorno  fue
sobre  todo  un  gran  ensayista.  Sus  textos  tienen  una  solución  especial.
Su estilo es  cualquier cosa  menos  sencillo.  De  hecho,  hay  un escrito
famoso  en  sus  ensayos,  Skoteinos,  es  decir,  «lo  oscuro»,  que  es  sobre
el estilo de Hegel, pero casi todo lo que dice sobre el  estilo de Hegel
es aplicable al suyo, en el que se advierte la influencia de la lengua in-
glesa,  compleja,  nada  fácil  y,  sin  embargo,  seductora.  Así,  el  lector
queda prendido en una especie de red más o menos misteriosa.
Theodor  Ludwig  Wiesengrund  Adorno  nació  en  Frankfurt  del
Main  en  1903.  Era hijo único  de un rico  comerciante judío.  Su  madre,
que  había  sido  cantante  lírica,  era católica  y  de  ascendencia  corsa  y
genovesa.  El  niño  perteneció,  pues,  a  una  familia  acomodada  que
podía  ofrecerle  múltiples  estímulos  culturales.  Previsiblemente,Theo-
dor  se  sintió  atraído  por  la  música.  Estudió  piano  y  mostró  pronto
inquietudes literarias y filosóficas. En 1921 se graduó en el Kaiser  

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LA AVENTURA DE PENSAR
Wilhelm  Gymnasium  de  su  ciudad  natal  y  comenzó  sus  estudios
universitarios.  Obtuvo  su  doctorado  en  filosofía  en  1924  con  una  tesis
sobre  Edmund  Husserl  y  la  fenomenología.
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  De  esos  años  data  el
origen  de  su  amistad  con  un  joven  condiscípulo,  Max  Horkheimer,
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ocho  años  mayor,  con  quien  establecería  una  colaboración  intelectual
que  duraría  casi  medio  siglo.  Ambos  compartieron  desde  un  primer
momento intereses estéticos, políticos y filosóficos.
Hacia  1925,  al  trasladarse  aViena,Adorno  se  vinculó  con  los  mú-
sicos   expresionistas
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   y   dodecafonistas,
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   liderados   por   Arnold
Schoenberg
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  y  Alban  Berg,
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  convirtiéndose  en  parte  del  estrecho
círculo  de  promotores  de  la  nueva  música  atonal.
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  Comenzó  entonces
también  a  colaborar  con  algunos  periódicos  vieneses,  entre  ellos  el
Anbruch,  del  cual  posteriormente  llegaría  a  ser  director  entre  1928  y
1932.


LA PERSECUCIÓN NAZI

Horkheimer  había  fundado  en  1922,  junto  con  el  historiador  Cari
Grünberg
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  y  con  el  sociólogo  Leo  Lowenthal,
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  el  Instituto  de  Estudios
Sociales,  que  pasó  a  conocerse  como  la  Escuela  de  Frankfurt.  Adorno
comenzó a colaborar con ellos a partir de 1932. Sus trabajos e
intervenciones  mostraron  un  espíritu  profundamente  crítico,  influido
tanto por Hegel como por Marx  y por algunos de los  más destacados
marxistas  heterodoxos  de  la  época,  especialmente  Ernst  Bloch,Walter
Benjamín
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  y  Georg  Lukács.
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  A  pesar  de  su  inclinación  cada  vez  más
decidida  a  un  pensamiento  neomarxista,  sin  embargo,  se  mantuvo
distante de la política de los partidos comunistas alemán y soviético.
En  1933  publicó  un  estudio  titulado  Kierkegaard:  construcción  de
lo estético, que fue su tesis de habilitación, en el que reprochaba al
filósofo  danés  su  subvaloración  del  estadio  estético  respecto  de  los
estadios  ético  y  religioso.  Ese  mismo  año,  Adolf  Hitler  llegaba  al
poder,   así   que   todos   esos   pensadores,   marxistas,   judíos,
fenomenólogos  y  psicoanalistas  tuvieron  que  huir  apresuradamente  de
Alemania  y  trasladaron  su  sede  a  Nueva  York.  Allí  continuó
funcionando el institu-

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THEODOR ADORNO
to  de  una  manera  distinta,  ya  no  era  un  ámbito  oficial  de  una
universidad, sus miembros estaban diseminados por Estados Unidos y la
realidad  sobre  la  que  sus  análisis  teóricos  operaban  era
sustancialmente  diferente.  En  Estados  Unidos  fue  donde  hicieron  su
primer gran estudio conjunto, Sobre la personalidad autoritaria.
Antes  de  residir  en  Nueva  York,  Adorno  permaneció  un  tiempo
en  Londres,  donde  se  casó  en  1937  con  Gretel  Karlpus,  una  joven
alemana a la que había conocido en Berlín. Poco  más tarde, en 1938,
aceptó  la  invitación  de  Horkheimer  y  se  trasladó  a  América,  hacién-
dose  cargo  del  puesto  de  director  del  Proyecto  de  Investigación  Ra-
diofónica  en  la  Universidad  de  Princeton.  Entre  1939  y  1941  publicó
numerosos  artículos  en  la  revista  del  Instituto  de  Horkheimer,  con
quien,  una  vez  instalado  en  California,  escribió  Dialéctica  de  la
Ilustración,  una  de  las  obras  más  importantes  del  siglo  xx.  Como  dato
significativo,  se  puede  mencionar  que  si  bien  estuvo  terminada  en
1944, no fue publicada hasta tres años más tarde. En Dialéctica de la
Ilustración,  los  autores  manifestaban  su  desencanto  respecto  del  mar-
xismo  y  la  razón  ilustrada,  y  denunciaban  el  modo  en  que  la  sociedad
occidental  había  destruido  su  potencial  emancipador.  A  la  vez,
señalaban  la  manipulación  de  la  conciencia  de  las  masas  mediante  el
establecimiento  creciente  de  una  «industria  de  la  cultura»  que  difi-
cultaba cada vez más todo pensamiento crítico.


LA IRRACIONALIDAD DE LA RAZÓN ILUSTRADA

Nuestra  época  se  precia  de  ser  fundamentalmente  técnica  y
científica,   es   decir,   profundamente   racional.   Adorno,   junto   a
Horkheimer  estudió  esta  racionalidad  moderna  y  concluyó  que,  en
efecto,  los  hombres  actuales  aplicamos  la  razón  pero  sólo  en  los
medios que utilizamos para las cosas, es decir,  que apenas hay una
razón  instrumental  que  analiza  cuáles  son  los  mejores  medios  que  hay
que  buscar para  obtener tal  o cual fin,  los  instrumentos  técnicos,  los
científicos,  incluso  los  mecanismos  de  organización  social.  Todos
estos  análisis  son  instrumentales,  están  sirviendo  muy  racionalmente  a
un fin. Pero ¿es ra-

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LA AVENTURA DE PENSAR
cional  ese  fin?  Ésa  es  la  pregunta  que  Adorno  y  Horkheimer  se  hacen
en su Dialéctica de la Ilustración. Para ambos, la Ilustración, el
desarrollo  intelectual,  la  crítica, la  ciencia, el  abandono de la  religión y
de  las  supersticiones  crean  un  orden  racional,  pero  un  orden  racional
solamente  centrado  en  sus  instrumentos.  ¿Cuándo  llega  el  momento  de
los  fines?  ¿Del  todo  esto  para  qué?  ¿Qué  queremos  buscar?  Eso  sigue
siendo  irracional.  Nuestra  sociedad  ha  llevado,  por  ejemplo,  al  nazis-
mo  y  al  estalinismo,  fórmulas  ambas  que  no  tienen  nada  de  racionales.
Los  métodos  que  se  emplearon  sí  lo  fueron,  instrumentos  para  tener  el
poder, el dominio, la manipulación de la gente y de las conciencias. Se
trata   de   métodos   racionales   pero   todos   al   servicio   de   fines
profundamente  irracionales.  Eso  es  lo  que  denunciaron  Adorno  y
Horkheimer y es el mensaje central de la Escuela de Frankfurt.


EL REGRESO A ALEMANIA
Mientras  trabajaba  con  Horkheimer,  Adorno  escribió  otras  tres
obras importantes: La filosofía de la nueva música, El cine y la música
y  Mínima  moralia.  Esta  última  obra,  publicada  en  1951,  escrita  en  for-
ma  aforística  y  bastante  influenciada  por  Nietzsche,  ha  sido  consi-
derada  por  muchos  como  su  mejor  escrito,  a  pesar  de  su  manifiesto
pesimismo.  Terminada  la  guerra  en  1949,  Adorno,  Horkheimer  y  otros
colegas  decidieron  regresar  a  Alemania  y  reconstruir  el  instituto  del
que  Adorno  llegó  a  ser  director.  Algunos,  en  cambio,  como  Erich
Fromm,
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  Herbert  Marcuse
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  y  Franz  Neumann
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  prefirieron  quedarse
en Estados Unidos.
Adorno  publicó  en  1955  Prismas,  la  crítica  de  la  cultura  y  la
sociedad,  donde  decía  que  escribir  poesía  después  de  Auschwitz  se
había  vuelto  imposible,  porque  la  «alta  cultura»  no  puede  estar  por
encima  de  las  vicisitudes  materiales  e  históricas.  ¿Cómo  hacer  un
poema  acerca  del  ruiseñor  o  de  la  rosa  después  de  haber  vivido  un
horror  como  Auschwitz?  La  obra  de  arte  —musical,  plástica,  literaria,
etcétera—  implica  esperanza,  pero  toda  esperanza  ya  está  rota,  porque
hemos visto lo que el hombre es capaz de hacer. A éste siguieron  

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THEODOR ADORNO
otros  libros:  Disonancias:  la  música  en  el  mundo  administrado,  en
1956,  Sobre  la  metacrítica  de  la  teoría  del  conocimiento,  también  en
1956,  y  Notas  de  literatura,  cuatro  volúmenes  aparecidos  a  partir  de
1958.  Además,  Configuraciones  tonales,  en 1959,  Mahler:  una
fisonomía musical, en 1960, Intervenciones: nueve modelos críticos, en
1963,  entre  muchos  otros,  sobre  temas  musicales,  sociológicos  y
literarios.
En  1966,  Adorno  publicó  Dialéctica  negativa,  uno  de  sus  trabajos
filosóficos  más  interesantes.  En  esta  obra,  el  filósofo  desarrolló  una
dialéctica  antimetafísica  de  la  no  identidad  que  rechazaba  la  reconci-
liación al modo hegeliano, y que, en virtud de tal rechazo, se limitaba
a una función crítica y  desmitificadora y parecía conducir a un
callejón  sin  salida.  La  dialéctica  negativa  pretendía  exponer  lo  que
siempre  escapa  a  la  unidad  y  omnipotencia  del  concepto  y  desmontar
así la falacia de la subjetividad constitutiva. Al hacerlo, mostraba que
tal subjetividad constitutiva (la de la metafísica moderna, la del
neokantismo,  la  de  la  fenomenología,  etcétera)  sólo  encubre  una  vo-
luntad  burguesa  de  dominio.  Al  hacerlo,  defendía  la  urticante  tesis  de
que ninguna teoría escapa  ya al mercado y que, por lo mismo, no se
trata de agregar una doctrina más a la oferta, sino de ejercer un pen-
samiento  crítico  que  sólo  afirma  que  los  objetos  no  se  reducen  a  su
concepto.  Por  eso  el  destino  de  todo  concepto  es  su  agotamiento.  La
dialéctica,  así,  libera  la  no-verdad  de  toda  presunta  identidad  con-
ceptual.  No  se  trata,  sin  embargo,  de  una  mera  negación  irracionalista
del concepto.  La filosofía  debe tratar de  ir  más allá  del concepto  por
medio,  precisamente,  del  concepto.  Adorno  no  viene,  pues,  a  proponer
su  dialéctica negativa como una doctrina más en el mercado de
discursos  e  ideas,  sino  más  bien  como  una  actividad  crítica  pura,
disolvente  y  corrosiva,  lista  para  ser  aplicada  respecto  de  cualquier
teoría o concepto que caiga bajo ella.


LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS

Adorno fue si no el primero, por lo menos el más destacado de los
pensadores que comenzaron a reflexionar sobre un fenómeno pro-

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LA AVENTURA DE PENSAR
fundamente  actual  y  contemporáneo:  los  medios  de  comunicación  de
masas y  las posibilidades que  tienen  tanto  para  lo  bueno  como  para  lo
malo. De ahí al análisis de la industria cultural había un paso. Es
verdad  que  antes  la  cultura  estaba  destinada a  unos  pocos.  Solamente
el  príncipe  podía  oír  música  de  cámara,  la  persona  pudiente  podía
tener  una  gran  biblioteca  de  obras  encuadernadas  en  piel,  etcétera.
Hoy  todos  podemos  escuchar  a  las  mejores  orquestas  introduciendo  un
disco  en  nuestro  reproductor  de  CD.  Cualquiera  puede  tener  las  obras
literarias  más  importantes  en  ediciones  de  bolsillo,  y  todo  esto
obviamente  supone  un  progreso,  pero  también  tiene  unos  costes.
Adorno estudió  qué es  lo  que se  pierde cuando  se  populariza  y se
extiende  de  esta  manera  extraordinaria  la  cultura,  supuestamente  al
alcance  de  todos.  ¿No  pierde  algo  del  énfasis  crítico?  ¿No  pierde  algo
de la rebeldía que tuvo en algún  momento? Al extenderse, al ponerse
al alcance de todos, ¿no se domestica y pierde toda su crítica de la
sociedad  y  todo  su  potencial  de  transformación  y  de  revolución?
Además  de  que,  por  supuesto,  los  grandes  medios  de  comunicación,
que son tan  potentes e importantes, lo  mismo  pueden  servir  para
difundir   temas   educativos   y   culturales   como   para   manipular
conciencias  e  imponer  consignas.Todo  lo  que  hoy  conocemos  tan  bien
ya  lo  desarrolló  Adorno en sus reflexiones, sobre todo desde su paso
por  Estados  Unidos.  Allí  estaba  surgiendo  el  empuje  de  la  modernidad
de las comunicaciones. Lo que vio Adorno le sirvió para sus estudios
posteriores. Reflexionó sobre la radio, la televisión, el cine y  también
sobre  fenómenos  musicales  como  el  jazz.  Adorno  tiene  una  postura
siempre de crítica acérrima, ve el lado  oscuro, lo  malo de las cosas.
Sus  advertencias  pueden  servirnos  para  reflexionar  sobre  algunas
cuestiones  que  a  veces  son  excesivamente  optimistas  en  el  tratamiento
que  reciben.Vinculados  a  la  Dialéctica  negativa,  aparecieron  otros  dos
textos  filosóficos  de  Adorno  de  forma  casi  inmediata:  La  ideología
como  lenguaje y La jerga de la autenticidad. La última obra de
Adorno,  su  Teoría  estética,  quedó  inconclusa  a  causa  de  su  muerte  en
agosto de 1969 en la ciudad suiza de Viége. En ella, hasta el final de
su  vida,  Adorno  continuó  defendiendo  la  relevancia  del  pensamiento
crítico. Cada acto profundamente crítico, de-

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THEODOR ADORNO
cía, es como una botella lanzada al mar para futuros e ignotos desti-
natarios.Y uno de los mensajes básicos de esa botella es que la in-
dustria actual de la  cultura escamotea una  y  otra  vez a  sus consumi-
dores  lo  que  permanentemente  promete:  felicidad  plena,  que  es
irrevocablemente  ilusoria.  Tal  ilusión  se  funda  en  la  circunstancia  de
que los productos de la industria de la cultura no son obras de arte
convertidas  luego  en  mercancías,  sino  que  desde  el  principio  son  ar-
tículos  producidos  exclusivamente  para  ser  vendidos  en  el  mercado.
No obstante, hay obras de arte, aunque éstas sean una  y otra vez uti-
lizadas  y  manipuladas  por  la  industria  de  la  cultura  para  sus  propios
fines. Pero, aun así, cada obra de arte representa el mundo social en el
que se inscribe. Esto se muestra en particular en el caso de la historia
de la música, en virtud de su carácter de lenguaje no conceptual ni
discursivo.
Adorno  expresó  que  nuestro  mundo  está  tramado  por  una  tela
hilada por la burocracia y la tecnocracia. La libertad personal ha sido
destruida por la concentración del capital y por la cultura de masas. La
capacidad  de  pensamiento  crítico  agoniza.  La  obra  de  Adorno  se
propone,  precisamente,  socavar  los  sistemas  cerrados  de  pensamiento
y dificultar a la sociedad todo intento de afirmación no reflexiva.
Es  importante  señalar  que  el  grupo  de  pensadores  de  la  Escuela  de
Frankfurt  renovó  profundamente  la  visión  del  marxismo.  Sus  in-
tegrantes  dieron  una  versión  mucho  más  sofisticada,  desde  luego
mucho  más  alejada  de  las  inquietudes  populares, a  la  que unieron la
fenomenología  y  el  psicoanálisis.  Así  se  formó  un  pastiche  teórico
muy  importante,  que  en  su  momento  fue  extraordinariamente  revo-
lucionario.  Hoy  todo  eso  ha  quedado  un  poco  atrás.  La  influencia  de  la
Escuela  de  Frankfurt  ha  decaído,  pero  existe  una  consideración  más
crítica  sobre  los  medios  de  comunicación  de  masas.Y  eso  que  cuando
ellos se ocuparon del tema no se había dado aún el estado de
descomposición  que  muestran  en  la  actualidad  algunos  de  esos  me-
dios. Hay, pese a todo, un tono elitista, un desdén por lo popular, por
lo que llega a más gente, por lo masivo, que hoy no resulta simpático.
Comprendemos  las  reservas  de  Adorno  sobre  muchos  entreteni-
mientos masivos, manipulados, degradados, privados de todo fondo  

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LA AVENTURA DE PENSAR
crítico,  pero  esa  actitud  de  desprecio
generalizado  hoy  nos  resulta  al-
tanera.  Creo  que  además  sobre  todo  impide  ver
los  aspectos  positivos
que  se  van  abriendo  paso  en  medio  de  esa
comunicación  de  masas.  En
cualquier  caso,  la  aportación  de  la  Escuela  de
Frankfurt,  y  en  concreto
la figura de Adorno, ha sido decisiva para la
autocomprensión  de
nuestro  tiempo  y,  en  particular,  para  pensar
los  grandes  medios  de
comunicación    audiovisuales    y    la    gran
industria    en    torno    a    la
promoción cultural.

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